Reseñas Biográficas

Por María Isabel Quijada Moriel

En las siguientes páginas se incluye un cuadro cronológico comparativo de los diferentes reyes y de los Maestres de la Orden de Santiago, así como reseñas biográficas de los Maestres más destacados de la Orden, especialmente de aquellos que concedieron o ratificaron los privilegios de Santa Cruz de la Zarza.

Cronología comparada de los Reyes de Castilla y los Maestres de la Orden de Santiago

(Según Porras Arboledas, P.A. : "La Orden de Santiago en el siglo XV en la provincia de Castilla" p. 9-10)
Los destacados con un punto rojo concedieron o confirmaron privilegios a Santa Cruz
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Reyes

Maestres de la Orden de Santiago

Reyes

Maestres de la Orden de Santiago

Alfonso VIII

(1158-1214)

Pedro Fernández (1170-1184)
Fernando Díaz (1184-1186)
Sancho Fernández (1186-1195)
Gonzalo Rodríguez (1195-1204)
Suero Rodríguez (1204-1206)
Fernando González de Marañón (1206-1210)
Pedro Arias (1210-1212)

Enrique II

(1369-1379)

Gonzalo Mexía (1366-1371)

Fernando Osórez u Ozores (1371-1383)

Enrique I

(1214-1217)

García González de Arauzo (1212-1217)

Juan I

(1379-1390)

Pedro Fernández Cabeza de Vaca (1383-1384)
Rodrigo González Mexía (1384)
Pedro Muñiz de Godoy (1384-1385)
García Fernández de Villagarcía (1385-1387)

Fernando III

(1217-1252)

Martín Pelayo Barragán (1217 -1221 )
García González de Candamio (1221-1224)
Fernán Pérez Chacín (1224-1225)
Pedro González Mengo (1225-1237)
Rodrigo Iñiguez (1237-1242)
Pelay Pérez Correa (1242-1275)

Enrique III

(1390-1406)

Lorenzo Suárez de Figueroa (1387-1409)

Alfonso X

(1252-1284)

Gonzalo Ruiz Girón (1275-1277)

Pedro Núñez (1277-1286)

Juan II

(1407-1454)

Infante don Enrique (1409-1445)
Álvaro de Luna (1445-1453)
Juan II (1453)
Infante don Alfonso (1ª) (1453-1454)

Sancho IV

(1284-1295)

Pedro Fernández Mata (1286-1293)

Enrique IV

(1454-1474)

Enrique IV (1454-1462)
Beltrán de la Cueva (1462-1463)
Infante don Alfonso (2ª)(1463-1467)
Juan Pacheco (1467-1474)

Fernando IV

(1295-1312)

Juan Osórez u Ozores (1293-1311)

Reyes Católicos

(1474-1516)

Rodrigo Manrique y Alonso de Cárdenas (1474-1476)
Fernando el Católico (1ª) (1476-1477)
Alonso de Cárdenas (2ª)(1477-1493)
Reyes Católicos (1494-1504)
Fernando el Católico (2ª) (1504-1516)

Alfonso XI

(1312-1350)

Diego Muñiz (1311-1318)
García Fernández (1318-1327)
Vasco Rodríguez (1327-1338)
Vasco López (1338)
Alonso Meléndez de Guzmán (1338-1342)

Carlos I

(1516 ...)

Carlos I (1516...) Administrador perpetuo

Pedro I

(1350-1369)

Infante don Fadrique (1342-1358)
García Álvarez de Toledo (1359-1366)

 

1.- Rodrigo Iñíguez (1237-1242)

Antes de ser maestre, Don Rodrigo fue comendador de Montánchez y comendador mayor de León.

En 1239 al mando de las huestes de la Orden de Santiago participa en la conquista de territorios en Extremadura; partiendo de Mérida, participó en la toma de Almendralejo, Fuente del Maestre y Llerena para, posteriormente y en tierras sevillanas, conseguir la entrega de Guadalcanal por parte del gobernador de Sevilla.

Poco después, en 1241, participa en una expedición a Murcia que queda parcialmente aislada del reino de Granada, facilitando así la futura ocupación de estas tierras por parte de Castilla. A través del valle del río Beas, se inicia la penetración en la sierra de Segura; Fernando III otorga a la Orden la villa y el castillo de Hornos, heredamientos en Alcaraz, Úbeda, Andújar y Córdoba y, desde esta región, se conquista la villa y castillo de Segura que, junto con sus términos, serían posteriormente entregados al maestre Rodrigo Iñiguez y al entonces comendador Pelay Pérez Correa. Estas incursiones y conquistas permitieron al maestre hacer ver al rey la facilidad y conveniencia de acordar pactos de sumisión o capitulaciones con los moros.

Se sabe que en el verano de 1241, el maestre debió suspender la expedición ordenada por Fernando III sobre tierras murcianas para acudir a Valladolid a declarar por un pleito con el arzobispo de Toledo; al pasar por Santa Cruz de la Zarza, enfermó y delegó en el comendador de Uclés, explicando: “Como fósemos en tierra de moros alén de Murcia cum nostro poder et cum nostra hueste por mandado de nostro senor el rey, fuimos dicho…”

2.- Pelay Pérez Correa (1242-1275)

Nacido en 1205 en el concejo de Barcelos (Portugal), este caballero destaca por su personalidad, gran iniciativa y capacidad guerrera y estratégica, es amigo y estrecho colaborador del infante don Alfonso desde su adolescencia. Se sabe que en su juventud participó en la conquista de territorios del Alentejo (1228) para posteriormente, continuar el avance hacia el castillo de Mértola (1239), también anexionó tierras en la sierra de Huelva y Ayamonte cuyo otorgamiento le fue hecho por Sancho II (1240) a la Orden; de esta forma, el reino de Niebla quedó aislado. Siendo aun comendador participa en la conquista de Segura junto al maestre Rodrigo Iñiguez.

Es elegido maestre de la Orden de Santiago en 1242 por el capítulo de Mérida.

En este tiempo la Corona de Castilla (Fernando III) estaba en el empeño de la conquista del reino de Murcia, en la que participó Pelay Pérez Correa acompañando al infante Don Alfonso. A tal fin se había firmado el Tratado de Alcaraz, que salvaguardaba una serie de privilegios para los reyezuelos y señores del reino murciano y en el que se garantizaba el respeto de religión, usos, propiedades, etc., de forma que hubiera una cierta sensación de continuidad para la población de la zona; así pues, las tropas cristianas entran en la capital de Murcia en mayo de 1243, prácticamente sin oposición. En las zonas reacias a la aceptación de los pactos de Alcaraz, el maestre con sus tropas actuó para la imposición de los mismos, consiguiendo la Orden grandes privilegios y mercedes, tales como exenciones de portazgos y montazgos a los ganados en las villas de Totana, Aledo y Cieza, así como dominios territoriales y de castillos a cambio de encargarse de la defensa de la frontera con Granada. Similares concesiones ya las había hecho la corona en tierras del norte de la actual provincia de Granada y en Segura.

En 1245 la conquista de Jaén también cuenta con su presencia; desde allí se continuó por el valle del Guadalquivir y Sierra Morena donde, según la leyenda, tuvieron lugar varios episodios milagrosos como el de Tentudía, en que la Virgen detuvo el sol para favorecer a los ejércitos cristianos capitaneados por D. Pelay. Este avance culmina con la conquista de Sevilla en 1248. Casi simultáneamente se completa la ocupación de la actual provincia de Badajoz.

Preocupada la Corona (Alfonso X) también por el desarrollo económico y social de tierras ya ocupadas por la Orden, y facilitando la continuidad de la acción repobladora, el maestre Pelay Pérez Correa recibe el privilegio de la feria de Montiel, población a la que daría el fuero de Cuenca. En la misma línea habría que contemplar la concesión de la carta puebla que hizo a Santa Cruz de la Zarza, en 1253.

Este mismo rey confirmaría los pactos que el maestre santiaguista había hecho con el Concejo de Alcaraz.

La Orden de Santiago también dio apoyo militar a la corona contra las sublevaciones mudéjares de 1264-65 en Murcia y Andalucía. Pelay Pérez Correa participó en la recuperación de la ciudad de Murcia, uniéndose a Jaime I de Aragón que había acudido en respuesta a la petición de ayuda hecha por su yerno el rey de Castilla.

A pesar de las grandes riquezas que la Orden había acumulado durante largo tiempo y de las concesiones y regalías que la Corona le había otorgado, este maestre, no tan buen administrador como guerrero, hubo de pedir préstamos a almojarifes judíos y a la banca italiana.

En sus últimos años, el maestre, aun habiendo sido un estrecho colaborador del rey Alfonso X, optó por apoyar la sublevación nobiliaria en la que participaba el príncipe heredero y futuro Sancho IV, quizá por avaricia.

Murió en Uclés en el año 1275, aunque sus restos fueron trasladados posteriormente, por orden de los Reyes Católicos, al monasterio de Tentudía.

3.- Gonzalo Ruiz Girón (1275- 77)

De destacado linaje de la nobleza castellana, nieto de un mayordomo de Alfonso VIII, también maestre de la Orden, e hijo del señor de Cisneros; antes de ser nombrado maestre fue Adelantado Mayor del Reino de Murcia, Comendador de Ocaña, y Comendador Mayor de León y Castilla, y participó junto a Fernando III en la conquista de tierras andaluzas. En una etapa posterior concedió fuero a Montiel en 1274.

Ya como maestre, para impulsar la repoblación, firmó un privilegio concediendo de por vida las aldeas a aquellos caballeros que las fundasen.

En 1277 fue sustituido por un nuevo maestre, don Pedro Muñiz (1277-86), pero aún siguió en la lucha contra los musulmanes, pues participó con su hijo en el malogrado cerco de Algeciras (1278), y fuentes históricas confirman que, en 1280, formando parte de las tropas de la Orden de Santiago, hizo una incursión desde Jaén en la vega granadina acompañando al infante don Sancho; en Moclín tuvo lugar una emboscada en la que murieron alrededor de mil caballeros santiaguistas y nuestro personaje recibió heridas muy graves, por cuya causa murió en Alcalá la Real.

4.- Diego Moñiz (1311-18)

Igual que otros, tal como era frecuente en la época, Diego Moñiz pertenecía a la familia (era sobrino) de otro maestre anterior, don Pedro Muñiz (o Mejía). Fue Comendador Mayor de Castilla.

Durante el reinado de Fernando IV actuó contra el infante don Alfonso de la Cerda en Moya, Cañete y Tordehumos y participó en el fallido cerco de Algeciras de 1308, tras el cual se conquistó Gibraltar. Este mismo rey ordena en una carta de 1309 que Diego Moñiz, entonces comendador de Segura, se hiciera cargo de las entregas que los vasallos de la Orden de Santiago tenían con moros y judíos del señorío.

Al morir Fernando IV, apoyó al infante don Pedro, tutor del rey niño Alfonso XI, con el que sitió y tomó Tíscar y Ayora. Ya maestre, el rey le premió con los pechos de la judería de Ocaña.

La presencia de la Orden de Santiago en el Reino de Murcia sigue siendo muy activa con este maestre, ya no militarmente pero sí legislando y organizando el territorio. Así, por ejemplo, ratifica el fuero de Alcaraz para la villa de Cehegín, a la que también hace una confirmación de privilegios suprimiendo la corresponsabilidad penal de los familiares de un reo.

También participó capitaneando las tropas de la Orden en incursiones dentro del reino de Granada.

5.- Don Garci Fernández (1318-27)

Maestre durante parte de la minoría de edad del rey Alfonso XI, acordó con los maestres de Calatrava y Alcántara mantener el señorío del rey y sus fueros.

Quintanar y Valfermoso fueron repoblados por la Orden de Santiago bajo las órdenes de este maestre, concediéndoles el rey la exención de todo tipo de tributos durante diez años, excepto moneda forera; de la misma manera, le atribuye la recaudación de los pechos de las juderías de Ocaña y Uclés. Don Garci Fernández, en el año 1324 otorgó el castillo al concejo de Pedro Muñoz (Ciudad Real)

Ya de avanzada edad, este maestre no participó en la batalla del Guadalhorce, en la que los caballeros santiaguistas tuvieron un destacado papel. Por el mismo motivo, renuncia a su cargo como maestre en el año 1327.

6.- Vasco Rodríguez Iñiguez Coronado (1325-38)

Una vez que Alfonso XI alcanza la mayoría de edad (1325), intervendrá directamente en la provisión de los maestrazgos para asegurarse la fidelidad de las Órdenes Militares; en esta línea, el primer maestre santiaguista de su reinado será Vasco Rodríguez Iñiguez (1327-38), hombre de gran influencia política y reconocido prestigio, que anteriormente había sido comendador de Oreja; gran repoblador, dictaminó normas para el asiento y repoblación del partido de La Mancha, según el Fuero de Uclés.

Participó junto al rey en la guerra contra el reino de Granada, demostrando gran valor en las tomas de Olvera y Pruna. Así pues, fue nombrado Adelantado Mayor de la Frontera y, como tal, tomó en 1328 las plazas de Priego, Cañete, Teba, Las Cuevas y Ortegícar (ésta última sería concedida a la Orden en 1330), área comprendida en el interior de la actual provincia de Málaga.

Don Vasco Rodríguez Iñiguez tuvo serios enfrentamientos con el Infante Don Juan Manuel, que ya en la minoría del rey había aspirado a ostentar la regencia y ahora deseaba el cargo de Adelantado Mayor. Esta situación desembocó en una revuelta contra el rey y duros ataques a las tierras que la Orden tenía en Uclés (entre otras Buenamesón); el maestre respondió asediando las fortalezas de Garci Muñoz y Alarcón. Finalmente la revuelta nobiliaria sería sofocada en 1332.

Su gran acercamiento al rey hizo que éste le confiara el adiestramiento en las armas a su hijo Pedro (I).

7.- Alfonso Méndez (1338-42) o Alonso Meléndez de Guzmán

Tras la muerte del maestre Vasco Rodríguez, el monarca Alfonso XI quiso mantener su intervencionismo en la elección de su sucesor y, así, ordenó la elección de su hijo Fadrique, por entonces menor de edad. La oposición de los trece y caballeros de Santiago les llevó a designar como maestre a Vasco López quien, perseguido por el rey, huye a Portugal.

Depuesto este maestre, Alfonso XI acepta la elección de Alonso Meléndez Guzmán (1338-42), hermano de Dª Leonor, su concubina. Apenas se hizo cargo del maestrazgo, pudo vencer en la batalla de Archidona y poco después, con la ayuda de varios concejos de Jaén, levantó el cerco que los musulmanes habían hecho a Siles, en la sierra de Segura. En colaboración con otras Órdenes Militares y bajo la dirección del rey de Portugal, se sabe que también participó en 1340 en la batalla de Benamarín (Tarifa).

Durante la campaña de Alfonso XI para la ocupación de Alcalá la Real, participó en la conquista de Priego, Rute y Benamejí. Demostrando su gran valor personal, murió en el cerco de Algeciras.

8.- Don Fadrique (1342-58)

Nacido en Sevilla en el año 1334, hijo ilegítimo de Alfonso XI y de Leonor de Guzmán, y hermano gemelo de Enrique de Trastámara (el futuro Enrique II).

Nombrado maestre de la Orden de Santiago por voluntad paterna a los 10 años para sustituir en el cargo a su tío materno Alfonso Méndez de Guzmán, muerto en el cerco de Algeciras, se pidió, dada su minoría de edad, y se obtuvo licencia papal.

Tras haber contraído la peste en el cerco de Gibraltar, Alfonso XI muere (1350) y le sucede en el trono su hijo legítimo, Pedro I. El inicio de esta nueva etapa traerá para Dª Leonor y sus hijos la pérdida de muchos apoyos en la corte; esta situación impulsa a D. Fadrique a huir a tierras de su maestrazgo.

A partir de este momento, se inician unos años de enfrentamientos y fallidas reconciliaciones entre los hermanastros.

En 1351, en las vistas de Llerena, por presión del rey que quiere hacerse con el control de la Órdenes Militares, los comendadores y alcaldes de la Orden de Santiago juran no entregar sus castillos a su propio maestre sin una autorización especial del monarca y, por otra parte, se sabe que es en esta ocasión cuando por última vez se ven D. Fadrique y su madre, Dª Leonor, asesinada poco después por mandato, según parece, de la reina madre; no obstante debió de producirse un acercamiento entre el rey y sus hermanastros, pues en 1354 vemos a D. Fadrique, D. Enrique y Juan García de Villajera, hermano bastardo de Dª María de Padilla, concubina del rey, hacer frente a una sublevación de parte de la nobleza encabezada por Juan Alfonso de Alburquerque, valido del rey hasta hacía poco tiempo. Sin embargo, este noble entra en tratos con ambos gemelos quienes, encarcelando previamente a Villajera, se le unen para iniciar un levantamiento general de la nobleza contra el rey, acusándole de arbitrariedad.

Esta nueva situación provocará una fuerte división no sólo dentro de la nobleza y del pueblo castellano sino también dentro de la Orden de Santiago; testimonio de ello es que, mientras que en la fortaleza de Montiel, D. Fadrique no es recibido por el comendador (según los acuerdos previos con el rey), sí lo es y se hace fuerte en Segura de la Sierra, desde donde marcharía a Toledo por petición de Dª Blanca de Borbón, esposa de Pedro I, allí refugiada.

En esta guerra civil son muchas las villas y castillos de la Orden que se sublevan contra el rey en apoyo del sector nobiliario encabezado por D. Fadrique, además de un importante grupo de eclesiásticos, pues el papa Inocencio VI estaba del lado de la reina: en definitiva, los alzados buscan un gobierno en manos de la oligarquía nobiliaria. El Maestre ve reforzada su posición cuando se responsabiliza de la custodia de Dª Blanca en el alcázar de Toledo.

En estas circunstancias, Pedro I reúne el capítulo de la Orden de Santiago en Ocaña y hace nombrar maestre a Juan García de Villajera, ya huido del encarcelamiento en que le habían puesto Enrique y Fadrique. Así pues, a partir de ese momento habrá dos maestres, representantes de las dos facciones en lucha.

Pero Don Fadrique también atiende a una de las funciones fundamentales de la Orden, como es la de facilitar la repoblación de sus tierras. Así, en 1353 expide el Privilegio del Común de la Mancha en el que se reconocen franquicias y una serie de libertades a los territorios situados entre los ríos Cigüela y Guadiana, beneficiándose poblaciones como Mota del Cuervo, Villa de Don Fadrique, El Toboso, etc.

En 1354, el levantamiento nobiliario-clesiástico contra el rey se extiende y, entre otras, se le hace a éste la petición de que abandone a María de Padilla y vuelva con la reina Blanca. Sublevado Toledo, se le unen Córdoba, Talavera, Cuenca y Jaén; en particular en Toledo, se saquean casas de destacados judíos como Samuel Leví, cuyo dinero, sumado al conseguido por la reina, sirvió a D. Fadrique para reunirse con otra parte del ejército del partido nobiliario que se movía por la meseta norte, más exactamente en la zona de Tordesillas y Medina del Campo, donde se enfrentarían a las tropas reales. El rey, derrotado, es recluido en Toro y los vencedores ocupan los cargos de mayor relevancia en la corte, pero su división interna facilitaría la huída del monarca a Segovia que, una vez libre, vuelve a restituir en sus cargos a quienes habían sido desposeídos de ellos. La guerra se reanuda.

En esta nueva fase, cruel y sangrienta, D. Fadrique y D. Enrique siguen desempeñando un importante papel. El rey, por su parte, consigue que se pasen a su lado parte de los nobles y algunas zonas antes sublevadas contra él, y con su ejército se sitúa en Torrijos mientras que los gemelos ocupan la orilla sur del Tajo; Toledo quedó en medio de las dos facciones, padeció el saqueo e incendio de la judería a manos del partido nobiliario; no así la judería mayor, que apoyaba al rey, y logró mantenerse a salvo. Finalmente, el rey entra vencedor en la ciudad (1355) y hace ejecutar a muchos partidarios del maestre.

Después de esta derrota, los sublevados huyen a Toro donde se hacen fuertes y padecen el cerco de las tropas reales, tienen éxitos en Vizcaya y en otras tierras santiaguistas e, incluso, dan muerte a Juan García de Villajera (el otro maestre) en la comarca de Uclés-Tarancón. No obstante, el rey consigue entrar en Toro y Fadrique se reconcilia con él mientras que Enrique huye a Francia y después pasa a Aragón.

Con la victoria de Pedro I (1356), la guerra toma otra dimensión pues el partido nobiliario, ahora encabezado por Enrique de Trastamara, se alía con Pedro IV de Aragón que, además, aspiraba a unir a su corona el Reino de Murcia.

Por su parte, D. Fadrique, ya unido a Pedro I, nunca respondió a los ofrecimientos del rey aragonés y de su hermano, que intentaban atraerlo a su causa. En esta nueva guerra, conquistó para el rey castellano la plaza de Jumilla, de vital importancia para el control de la zona alicantino-murciana; desde allí, por indicación del rey, se dirigió a Sevilla donde, acusándole de traición, mandó que fuera degollado (1358). Sus restos reposan en la catedral de Sevilla.

9.- Gonzalo Mejía (1366-71)

Hombre de experiencia, ya había sido Comendador Mayor de Castilla antes de acceder al maestrazgo de la Orden de Santiago.

Participó en la guerra civil, integrado en el partido nobiliario dirigido por D. Fadrique y D. Enrique de Trastámara contra el rey Pedro I. Así pues, fue un personaje destacado en esta lid, estuvo presente en algunos acontecimientos de importancia relevante: en 1355, junto con otros caballeros dio muerte en las proximidades de Tarancón a Juan García de Villajera, maestre de la Orden de Santiago nombrado por Pedro I en oposición al maestre D. Fadrique; también estuvo en la ciudad de Toro durante el asedio que padeció por parte de las tropas realistas y, cuando éstas entran, se dirige a Talavera para participar en su defensa.

Tras la victoria del rey Pedro I y la alianza del maestre D. Fadrique con éste, Gonzalo Mejía, leal a D. Enrique, decide unirse a él, ya refugiado en Francia. Poco después (1356), el partido nobiliario antipetrista, y con él nuestro personaje, tendría Aragón como base de operaciones en alianza con su monarca, Pedro IV; desde allí, por indicaciones de D. Enrique, intenta, sin éxito, atraer a D. Fadrique a su facción.

La guerra toma desde entonces una nueva dimensión, pues pasa a ser un enfrentamiento entre Castilla (Pedro I) y Aragón (Pedro IV). En ella, Gonzalo Mejía juega un papel destacado; para premiar su fidelidad, Enrique de Trastamara le entrega el maestrazgo de la Orden (para ello hubo de renunciar a este cargo García Álvarez de Toledo que había sucedido a D. Fadrique tras su muerte). Sin embargo, el nuevo maestre sólo ejerció su función en tierras aragonesas y en aquellas que dominaba el futuro Enrique II, pues la guerra contra Pedro I continuaba su desarrollo.

En estos años recibe plenos poderes de D. Enrique de Trastámara para mantener apaciguada la retaguardia; en 1367 proclama rey al infante (Enrique II) en Llerena y toma Córdoba; desde allí se dirigió hacia la meseta para unirse a su rey. Finalmente, en Montiel se produce el encuentro entre los dos ejércitos pero la situación se resuelve con el enfrentamiento personal en la tienda de Du Guesclin entre Enrique II y Pedro I, que cae muerto (1369).

El nuevo rey reconoció los servicios de este maestre, antes y después de la caída de Pedro I, haciéndole donación de la aldea de Villanueva de la Fuente, y concediendo a Dª Elvira, su mujer, el señorío de El Viso del Alcor.

En la guerra de Granada (1370), en los inicios del reinado de Enrique II, el maestre negoció con Muhammad V una tregua de ocho años, por la que, en premio, la Orden de Santiago recibió Jerez de los Caballeros.

10.- Fernando Osórez (1371-1383)

Hijo ilegítimo de un caballero de la Orden llamado Osorio Pérez, fraile profeso, y de una mujer soltera, cuyo nombre desconocemos, Fernando Osórez, por su procedencia, necesitó ser dispensado mediante una bula por el papa Gregorio XII para poder acceder al maestrazgo, hecho que se produjo durante los últimos años del reinado de Enrique II. Anteriormente había sido comendador mayor de Castilla, durante el maestrazgo de Gonzalo Mejía.

Al servicio del rey Enrique, actuó contra Martín López de Córdoba y los partidarios de Pedro I en Carmona, prometiéndoles, por indicación del rey, que salvarían la vida si entregaban la plaza, los rehenes y el tesoro; aunque así lo hicieron, el rey no cumplió su palabra (1371).

También sirvió al rey Juan I en Lisboa contra otros caballeros santiaguistas portugueses que no quería someterse al maestre castellano y fueron retados a combate, a consecuencia del cual murieron tres portugueses; esto implicaba excomunión y, por ello, hubieron de pedir la absolución al Papa.

11.- Lorenzo Suárez de Figueroa (1387-1409)

Nacido en Écija (Sevilla) en 1345, hijo de un noble que apoyó a Pedro I y a quien el rey le había prometido el maestrazgo de la Orden de Santiago, pero que no llegó a detentarlo, pues murió en la batalla de Araviana. Así pues, Lorenzo Suárez tuvo acceso a la Orden desde muy joven.

Ya era comendador mayor de Castilla cuando fue elegido maestre de la Orden de Santiago, en 1387, por el capítulo reunido en Mérida.

Como otros maestres, una de sus principales tareas sería la de continuar el impulso repoblador en tierras manchegas; un ejemplo de ello puede ser la consecución de feria franca con privilegio (1387) para Montiel y la concesión de tierras y exención de tributos durante diez años a los repobladores de la zona.

Al morir Juan I (1390), y ante la minoría del nuevo rey, Enrique III, las Cortes crean un Consejo de Regencia que sería apoyado por este maestre y el de Calatrava, que en Ocaña juran su alianza en el sostenimiento de la corona; en oposición, se muestra parte de la nobleza que podría ser dirigida por Alfonso Enríquez (hijo bastardo del maestre D. Fadrique) y por Pedro Tenorio, arzobispo de Toledo. Sin embargo, en 1393 se produce la reconciliación entre estos dos sectores y muchos de sus miembros pasan a formar parte del equipo de gobierno del rey (como el propio Lorenzo Suárez de Figueroa).

También ayudó a Enrique III contra Portugal, destacando su actuación en el cerco de Badajoz.

Una vez muerto este rey (1406), va a producirse una situación delicada pues su sucesor, Juan II, es menor de edad. El maestre volverá a ser un fuerte apoyo de la monarquía, tanto contra las revueltas internas como en la guerra fronteriza con el Reino de Granada.

A finales de 1407, por mandato de los regentes, pacificó Sevilla de las revueltas en contra del rey, provocadas por la nobleza y la oligarquía urbana con motivo de la elección de alcaldes y regidores. A mediados de 1408 también mandó las tropas santiaguistas que se enfrentaron en Segovia a los ejércitos mandados por el conde de Trastámara y llegados desde la frontera granadina, por orden del regente.

En estos mismos años se mostró muy activo en la guerra contra los musulmanes de Granada. Tomó Pruna, mandó tropas para abastecer Teba (en la frontera malagueña) y para correr las tierras de Antequera (aún del lado musulmán de la frontera); además repobló Bédmar, recientemente saqueada por los granadinos. También participó en la conquista de Setenil y en las negociaciones para tomar Ortegícar; desde esta zona, sus tropas efectuaron una expedición hacia el valle de Cártama y Coín, donde arrasaron tierras y villas y obtuvieron un importante botín en ganado y personas.

Murió en 1409 por enfermedad, en Ocaña. Está enterrado en el convento de Santiago de Sevilla, cuya construcción mandó hacer.

12.- Enrique de Trastámara, infante de Aragón, duque de Alburquerque y de Peñafiel (1409-45)

Hijo de Fernando de Antequera y de Leonor de Alburquerque, nació en Medina del Campo en 1400. Su padre, regente durante la minoría de edad del rey Juan II de Castilla, y futuro rey de Aragón (en 1412, por el Compromiso de Caspe), desarrolla una política encaminada a controlar la corona y los principales poderes castellanos, para lo cual favorece a un sector de la nobleza, especialmente a sus hijos y, entre ellos a Enrique, para el que consiguió, tras una dispensa papal y el soborno a otro candidato, el maestrazgo de la Orden de Santiago, a pesar de su corta edad y sin que mediara la intervención del capítulo. Además, según dejó mandado su tío Enrique III en su testamento, tenía puesto asegurado en el Consejo Real. Así pues, desde niño tuvo una gran influencia en la vida política y económica de la Corona de Castilla.

Junto con sus hermanos, los Infantes de Aragón, formó el “partido aragonés”, de gran poder y riqueza, que deseaba ampliar sus dominios y posibilidades de control para imponer su modelo político en Castilla.

Al morir Fernando de Antequera (1416) y acceder al trono de Aragón su hijo Alfonso, se inicia una etapa de lucha entre Enrique y su hermano Juan, pues ambos quieren dirigir las decisiones del joven Juan II de Castilla; esta situación supo aprovecharla Álvaro de Luna para iniciar su fuerte predicamento sobre el rey. Con ocasión de la ausencia de Juan por su boda con Blanca de Navarra, Enrique consigue en Tordesillas (1420) apoderarse del palacio y de la persona del rey (Golpe de Tordesillas); por otra parte, con el fin de reforzar su poder logra que el monarca se case con su hermana María y, poco después, él mismo desposa a Catalina, hermana del rey, que lleva como dote el marquesado de Villena. A partir de entonces, es tanto el poder que acumula Enrique que Juan II teme seriamente por su trono.

Se abre así un periodo de guerras civiles, pues mientras que Enrique plantea un gobierno con un Consejo representante de los tres estamentos del reino, Álvaro de Luna pretende conseguir una monarquía fuerte que controle a las oligarquías.

Una vez liberado el rey gracias a Álvaro de Luna, que recupera su influencia sobre aquél al punto de convertirse en su valido, y tras la vuelta desde Navarra del infante Juan, Enrique decide huir, a pesar de contar con el apoyo de personajes tan poderosos como el Condestable de Castilla, Ruy López Dávalos, y de nobles como Íñigo López de Mendoza, marqués de Santillana. Retirado a su fortaleza de Ocaña, parte desde allí para tomar por la fuerza las tierras del marquesado de Villena (1421) que le habían sido negadas por el rey; una exitosa contraofensiva política y militar del infante Juan y de Álvaro de Luna, llevan a Enrique a refugiarse en Montiel.

Poco después y tomando como base unas cartas falsificadas que acusan al maestre de tratos con el rey de Granada, Juan II manda ponerle preso en Mora, confiscar sus bienes y sus tierras y, aunque no toca el maestrazgo, encarga su administración al comendador de Segura, Gonzalo Mejía. Este revés será motivo para que Catalina, esposa de Enrique, y el condestable busquen refugio en Aragón.

Mientras tanto, Álvaro de Luna refuerza su posición en el interior de Castilla, otorgando beneficios a algunos nobles, llega a ser nombrado Condestable (1423), inicia una aproximación a Francia, Portugal e Inglaterra y busca la paz con Granada, pero las relaciones con Aragón se hacen cada vez más tensas, pues su rey, Alfonso V, hermano del Infante Enrique, empieza a gestionar su libertad, protege a los exiliados castellanos en Aragón y planifica un acercamiento al Infante Juan, pretendiendo su ruptura con Álvaro de Luna. Todo ello lo conseguirá tras el pacto de Torre de Arciel, en 1425, y se refuerza cuando, por la muerte del rey de Navarra, el Infante D. Juan ocupa este trono, que le correspondía por matrimonio.

Ya unidos, los infantes crean una Liga nobiliaria que destierra a Álvaro de Luna a Ayllón y para contentar a Enrique, que sigue reclamando la herencia de su esposa, el rey Juan II le hace donación de las villas de Trujillo, Alcaraz y Andújar, más varias aldeas. El destierro de A. de Luna lo fue por breve tiempo, pues el rey sigue prefiriéndolo y parte de la nobleza retira sus apoyos a la Liga y se va acercando al valido Luna, quien, vuelto al poder, envía a Enrique a la frontera granadina y pide al rey de Navarra que abandone Castilla.

Estos alejamientos no pudo consentirlos Alfonso V de Aragón, quien, por su parte, se propone reforzar la liga familiar y prepara la guerra contra Castilla. El Infante Enrique refuerza a los aragoneses con las escasas tropas santiaguistas que aún le quedan, pero, tras la toma de Ocaña por los realistas, se refugia en Extremadura, donde conservaba fortalezas como la de Alburquerque; su situación, cada vez más débil, le llevaría al destierro en Nápoles, a los dominios de su hermano Alfonso V. También allí se mostró muy activo, participó en las jornadas de Ponza (1435), en las que fue apresado junto a sus hermanos.

En lo tocante al maestrazgo, A. de Luna lo pretende para sí mismo y consigue que los comendadores, reunidos en Uclés, depongan al infante D. Enrique y, a pesar de la negativa del Papa, en la práctica, lo tuvo en su poder.

En 1439, de vuelta en Castilla, D. Enrique se une a una nueva rebelión nobiliaria, extendida también a las tierras de la Orden de Santiago, conquista varias ciudades, entre ellas Toledo, e incluso parecía que se impondría su programa de gobierno. Pero el Condestable tiene el apoyo del rey, de la Iglesia y de Portugal.

La guerra se reinicia y se desarrolla en el valle medio del Tajo, con centro en Toledo y en las tierras del maestrazgo de Santiago, aun cuando otras muchas regiones apoyen al rey. En julio de 1443 tiene lugar el golpe de Rámaga, aceptado por el príncipe de Asturias (el futuro Enrique IV), por el que se prohíbe al rey, prácticamente prisionero, conceder nuevas mercedes sin la anuencia de Enrique.

La posterior expansión de la guerra por Andalucía y por la Meseta Norte acabaría por debilitar las posiciones de los infantes. Enrique, desde Lorca, donde había encontrado refugio, se une a las tropas de su hermano Juan en Alcalá de Henares y, juntos, se enfrentan al ejército del Condestable. Desde allí, los dos ejércitos enemigos se dirigen hacia el norte y, ante Olmedo (19 de mayo de 1445) pelean ambas vanguardias: el maestre de Santiago es herido de lanza y poco después, como consecuencia de sus heridas, muere en Calatayud.

Tras su muerte, sus bienes serían repartidos entre Juan II de Castilla y los caballeros vencedores de Olmedo.

La fama de este personaje no se circunscribió a los aspectos militares y políticos, pues aparece en la obra de Jorge Manrique y en la del Marqués de Santillana. Él mismo, partícipe de las tendencias literarias clasicistas de su tiempo, tradujo al castellano las Fábulas de Esopo y otras obras latinas.

13.- Álvaro de Luna (1445-1453)

Nació en Cañete (Cuenca) hacia 1390, hijo bastardo de Álvaro Martínez de Luna, noble de origen aragonés y copero del rey Enrique III, y de una mujer de origen plebeyo, María Fernández de Jarana, conocida como “La Cañeta”. El abuelo de don Álvaro, Juan Martínez de Luna, señor de Illueca (Zaragoza), era hermano del antipapa Pedro de Luna, quien con el nombre de Benedicto XIII participó en el cisma de la Iglesia occidental.

Don Álvaro se crío en la casa de uno de sus tíos, Juan Martínez de Luna, hasta que otro de ellos, don Pedro de Luna, arzobispo de Toledo, lo trajo a Castilla y lo introdujo en la corte como paje de Juan II en 1410. Desde ese momento Don Álvaro de Luna pasó a ser una de las personas de confianza de Juan, quien al llegar al trono le daría toda clase de honores, convirtiéndolo después en su privado, con cargos como el de condestable de Castilla y maestre de la Orden de Santiago.

No debe extrañar este ascenso, pues, aparte de la fidelidad particular que Don Álvaro tuvo hacia el rey, era un hombre con grandes dotes personales y, por su procedencia, no pertenecía al grupo oligárquico de la gran nobleza castellana, contraria al fortalecimiento del poder real y en lucha con él a la menor muestra de debilidad; Álvaro de Luna fue un convencido y firme realista en esa pugna entre la alta nobleza y la Corona, y esa militancia, unida a su oscura procedencia de hijo ilegítimo y madre plebeya, le granjeó la envidia y odio de los poderosos y acabó costándole la vida.

Álvaro de Luna tuvo una actuación decisiva a favor de Juan II, que sería el comienzo de su ascenso en la escala de poder castellano. Los más feroces oponentes al gobierno de Juan II los tenía dentro de su familia: sus primos, infantes de Aragón. Su tío Fernando el de Antequera, su tutor y regente en Castilla hasta ser elegido rey de Aragón en el Compromiso de Caspe, había dejado a varios de sus hijos en territorio castellano, con títulos y cargos importantes (Enrique, maestre de Santiago) para que manejaran el gobierno de su primo; ante cierta resistencia de éste, Enrique, cinco años mayor que Juan, mediante el llamado golpe de Tordesillas, tomó como rehén al joven rey (14 años) y le impuso su tutela. Un año después (1420) Don Álvaro de Luna, en una acción muy arriesgada, consiguió liberar al rey de su primo Enrique huyendo, con él desde Talavera al Castillo de la Puebla de Montalbán.

A partir de ese momento comienza el encumbramiento de Don Álvaro; en 1422 fue nombrado condestable de Castilla en sustitución de Ruy López Dávalos, el mayor aliado castellano del infante don Enrique y cómplice suyo en el Golpe de Tordesillas. Como Dávalos había huido a refugiarse en Aragón, el nuevo condestable no solo heredó su cargo sino que, además, consiguió que el rey le abriera un proceso amañado para heredar también sus señoríos y títulos. Pero ese rápido ascenso también propició su conversión en el punto de mira de los infantes de Aragón y de la nobleza levantisca que pretendía manejar al rey, so pretexto de querer liberarlo de la negativa influencia de su privado; todo ello enredado en una maraña de cambios de bando en la que entraban o salían, según sus particulares intereses, los primos del rey e infantes de Aragón.

Don Álvaro consiguió salir triunfante de enfrentamientos e insidias durante más de 25 años. En 1427, a instancias de sus grandes adversarios, fue desterrado por el rey a Ayllón, cuyo señorío ostentaba, pero el mismo Juan II volvió a llamarlo a la Corte al año siguiente. Fue entonces cuando Don Álvaro puso de relieve sus dotes políticas, atrayendo a la causa de la Corona a un grupo de la nobleza, el bajo clero y el pueblo llano de las ciudades. En esta situación, consiguió convertir el problema castellano en una guerra contra Aragón, como resultado de la cual expulsó de Castilla a los infantes aragoneses, primos del rey. Terminada esa guerra mediante la tregua de Majano, Don Álvaro intentó una campaña contra el reino de Granada, con el fin de mantener “ocupada” a la nobleza oligarca, pero no consiguió el triunfo resonante que le habría dado el prestigio necesario ante sus adversarios.

Una nueva alianza en su contra, integrada por la oligarquía castellana y los infantes de Aragón, hizo que su figura destacara más que nunca en la batalla de Olmedo de 1445, pues su triunfo fue doble: derrotó a la gran nobleza castellana y de resultas de las heridas recibidas en la batalla murió el líder de los infantes de Aragón, Don Enrique de Trastámara, quien hasta ese momento había ostentado el maestrazgo de Santiago; don Álvaro, que ya era condestable de Castilla, le sucedió como maestre, al ser elegido por el cabildo de la Orden celebrado en Ávila, al cual negó su asistencia Don Rodrigo Manrique (padre del poeta Jorge y futuro maestre con los Reyes Católicos), quien en un escrito enviado a la reunión alegaba razones para que no fuera elegido Don Álvaro.

Sin embargo, ese año marca el comienzo de su declive: la reina Isabel de Portugal, segunda esposa de Juan II y madre de Isabel la Católica, y el príncipe de Asturias y futuro rey Enrique IV se convirtieron en sus principales adversarios en la corte. Uno de los primeros hechos que les hizo ponerse en su contra fue su campaña en Andalucía contra Don Rodrigo Manrique, quien con ayuda del rey de Aragón se había autotitulado maestre de Santiago y contaba con el respaldo del príncipe Enrique, receloso ante la enorme influencia del condestable y ya maestre.

Por su parte, la reina Isabel, temerosa del poder que había acumulado Don Álvaro, convenció a su marido Juan II para que lo acusara de abusos cometidos anteriormente y de algún asesinato ordenado por él, especialmente el de Alonso Pérez de Vivero, uno de sus estrechos colaboradores, que le había traicionado, muerto el 1 de abril de 1453. El rey ordenó a Don Álvaro de Estúñiga, alguacil mayor de Castilla y destacado enemigo de Don Álvaro de Luna, la detención del condestable en Burgos, el 4 de abril. Después de un oscuro proceso y simulacro de juicio fue conducido a Valladolid por el propio Estúñiga y allí fue ejecutado en la plaza mayor el 3 de junio de 1453. Su cadáver recibió sepultura en el convento de San Francisco. Años más tarde, por iniciativa de su fiel amigo Don Gonzalo Chacón, sus restos fueron trasladados a la capilla de Santiago de la Catedral de Toledo, donde permanecen.

14.- Alonso de Cárdenas (1474-76 y 1477-93)

Nacido en Ocaña en el seno de una familia de la pequeña nobleza, hacia 1425. Don Alonso de Cárdenas tuvo una trayectoria política deslumbrante que le llevó a ocupar, poco a poco, puestos de gran relevancia en el reinado de los Reyes Católicos, como el maestrazgo de Santiago desde el que prestó grandes servicios a la corona, en premio de los cuales recibió señoríos y títulos nobiliarios que trasmitiría a sus herederos.

Su padre, Garci López de Cárdenas, casado con Leonor de Sandoval, era miembro de una familia de hidalgos que ingresó en la Orden de Santiago e hizo cierta carrera de ascenso desde su Ocaña natal –villa santiaguista muy relevante- al ocupar los cargos de comendador de Caravaca y, posteriormente, el de comendador mayor de León; no tuvo ningún título de nobleza importante pero recibió algún señorío como el de Cervera. En el reinado de Juan II fue miembro destacado de la Orden y formó parte del cabildo que, en 1445, eligió a Don Álvaro de Luna para ocupar el maestrazgo de Santiago.

La proximidad de su padre a la corte fue clave para el comienzo de la carrera de su hijo Alonso, quien se inició en la corte de Juan II como paje del futuro Enrique IV.

Durante el reinado de éste fue escalando puestos de cierta relevancia, dado que Enrique encontró en él a un buen colaborador en su pugna con la alta nobleza, lo que le llevó a ocupar el cargo de comendador mayor de León, que antes había ejercido su padre. Desde aquí se le abrirían las puertas del futuro, más aún desde el momento en que, dentro del problema sucesorio de Enrique IV, tomó partido por la princesa Isabel.

El 1 de octubre de 1474 murió el controvertido marqués de Villena y maestre de Santiago , Juan Pacheco, quien había designado a su hijo, Diego López Pacheco, para sucederle en el cargo; Alonso de Cárdenas, entonces comendador mayor de León y miembro muy activo del grupo que apoyaba a Isabel, no aceptó la designación, por ser contraria a los estatutos de la Orden; la situación se complicó con la intervención de Don Rodrigo Manrique, padre del poeta Jorge Manrique y partidario también de Isabel, quien también pretendía el maestrazgo de Santiago. Otros aspirantes al cargo eran el duque de Medina-Sidonia y el duque de Feria, que contaron con menos apoyos dentro y fuera de la Orden. Esta lucha por el maestrazgo fue el último episodio importante del reinado de Enrique IV y se prolongó a la guerra de sucesión castellana.

El rey Enrique apoyó el nombramiento de Diego López Pacheco y pidió al papa su investidura directa. Por su parte, Isabel pidió a su esposo que escribiera al papa solicitando la incorporación provisional del maestrazgo de la Orden a la Corona. Para complicar más la situación, los comendadores de Santiago, reunidos en capítulo a instancias del prior de Uclés, acordaron hacer la elección con arreglo a lo dispuesto en sus antiguas normas y, en la votación que realizaron los trece miembros, Rodrigo Manrique, que se encontraba presente en Uclés, obtuvo ocho votos y cuatro fueron para Cárdenas, quien se mantenía en su encomienda de León, donde había sido elegido maestre en otro capítulo convocado por el prior de San Marcos.

Rodrigo Manrique se consideró maestre y comenzó la lucha contra López Pacheco. Éste creyó posible atraer a su causa a otro miembro de la familia Manrique, Gabriel, comendador mayor de Castilla, quien, mediante un engaño convocó a Pacheco a una entrevista en el castillo de Fuentidueña, donde lo encerró el 25 de octubre, hecho que obligó a intervenir a Enrique IV mediante una acción armada en la zona, para finalmente conseguir liberar a Pacheco en un canje. El 12 de diciembre de ese mismo año murió el rey; su hermana Isabel, en Segovia, fue inmediatamente proclamada reina de Castilla.

Ahora la pugna por la sucesión de Enrique, que había comenzado con enfrentamientos entre los partidarios de Isabel y los de Juana, declarada heredera legítima por Enrique después de la boda de su hermana con Fernando de Aragón, se convierte en guerra abierta entre los Reyes Católicos y el rey de Portugal, Alfonso V, principal valedor de su sobrina y esposa Juana “la Beltraneja”.

La lucha por el maestrazgo de la Orden de Santiago, antes y después de la muerte de Enrique IV, fue especialmente dura en la Mancha y Ribera del Tajo entre los Manrique -que tenían Ocaña, Uclés y la encomienda mayor de Castilla- y López Pacheco, segundo marqués de Villena; este enfrentamiento duró tres años (1473-1476). El de Villena atacaba desde su marquesado y desde Alcalá de Henares, feudo del arzobispo Carrillo, la margen izquierda del Tajo, incluyendo Santa Cruz de la Zarza. Las escaramuzas en la zona comprendida entre Santa Cruz y Villarejo de Salvanés fueron numerosas y a veces muy destructivas, como ocurrió con el Castillo de Albuher, destruido por el comendador mayor de Castilla, Pedro Manrique, que había sucedido en el cargo a su padre, para impedir los ataques y saqueos que desde él lanzaban los de Villena contra las vegas del Tajo y el monte de Villarejo; también contra Fuentidueña, donde la población entre 1468 y 1508 se vio reducida a la mitad.

La situación de los reyes ante este problema era muy complicada: podían no reconocer el maestrazgo del segundo marqués de Villena, por ser del bando contrario, pero la pugna entre Cárdenas y Manrique tenía más difícil solución, ya que ambos estaban en su bando y a ambos tenían que satisfacer, pues eran piezas muy importantes para ganar la guerra. Afortunadamente para los reyes, ante la presión de los otros aspirantes –los duques de Feria y de Medina-Sidonia-, se restableció la cordura entre ambos maestres, que llegaron a un compromiso de no agresión entre ellos, por lo que los reyes reconocieron a ambos maestres de facto: Manrique para Castilla y Cárdenas para León, renunciando de momento a su aspiración de incorporar el maestrazgo a la Corona, algo que no era nuevo en Castilla, puesto que Juan II ya había obtenido la administración de la Orden por una bula de Nicolás V, derecho que disfrutó también Enrique IV hasta la mayoría de edad de su hermanastro Alfonso, con un año de paréntesis en que el maestre fue Don Beltrán de la Cueva.

La guerra por el maestrazgo tuvo también como escenario a Extremadura, donde el protagonismo corresponde a Alonso de Cárdenas, quien se enfrentó a los otros dos aspirantes en la primavera de 1475. El duque de Feria, desde su base de Zafra, atacó a Cárdenas, fortificado en Jerez de los Caballeros, pero se tuvo que replegar con cuantiosas pérdidas. El duque de Medina-Sidonia también fracasó en su intento de tomar Jerez de los Caballeros y, más tarde, Llerena, nueva plaza fuerte de Cárdenas. Al retirarse hacia Andalucía, el maestre persiguió a la tropa de Medina-Sidonia y consiguió derrotarlo en Guadalcanal.

Una vez asegurado su control del maestrazgo en Extremadura y, por consiguiente, en el reino de León, Cárdenas participó exitosamente en la contienda con el rey de Portugal, primero con una férrea defensa de la frontera, después con incursiones dentro del territorio portugués y, finalmente, con su intervención protagonista en la batalla de Albuhera (1479); entre tanto, sus buenos servicios a la causa de Isabel y Fernando le habían granjeado la confianza de los reyes, quienes no dudaron en consentir su nombramiento como maestre de la Orden de Santiago.

En noviembre de 1476 había muerto Don Rodrigo Manrique “en la su villa de Ocaña”, quedando Cárdenas solo como maestre de León, de manera que quiso obtener legalmente también el nombramiento para Castilla, gestionando la reunión del capítulo en Corral de Almaguer. Los reyes veían ahora una gran oportunidad para conseguir sus propósitos. Ausente el rey, Isabel se dirigió a Uclés y se presentó de manera inesperada ante el capítulo de la Orden en la noche del 11 de diciembre, antes de que llegara Cárdenas, pidiendo que se detuviese el proceso de elección y que se adjudicase la administración de la Orden a su esposo, por un período de seis años. La voluntad real se impuso, previo juramento de devolver al capítulo de la Orden, pasado ese tiempo, su potestad de elegir al maestre. La reina envió mensajeros a Corral para comunicar a Cárdenas la decisión, recién llegado. Cárdenas también acató la decisión y volvió a sus dominios extremeños, donde siguió guerreando a favor de sus reyes.

Un año después (noviembre de 1477), y a la vista de los grandes servicios que Cárdenas prestaba a la Corona, los reyes decidieron terminar el período de administración pactado; el rey renunció al cargo y reunió el capítulo general en Azuaga, donde fue elegido maestre Don Alfonso de Cárdenas de forma canónica. En contrapartida, los reyes recibieron una aportación económica de la Orden, valorada en tres millones de maravedíes anuales, que era lo que más necesitaban en ese momento para continuar la guerra.

Desde el cargo de maestre, Cárdenas siguió prestando servicios a la corona en la guerra con Portugal, alguno tan importante como su participación decisiva en la mencionada batalla de Albuhera. También tuvo un papel destacado en las conversaciones de paz que culminaron en el tratado de Alcáçovas, con el que terminaría aquella larga guerra en 1479.

Los restantes años de su maestrazgo, hasta su muerte en 1493, también los pasó Don Alonso guerreando, ahora contra el reino musulmán de Granada. Cuando, en 1480, los reyes ratificaban en Toledo el tratado con Portugal, Cárdenas aprovechó un acto solemne de bendición de los pendones de la Orden para instigar a los monarcas y a la nobleza triunfante en la guerra a intensificar la lucha contra Granada.

La participación de Cárdenas en esta guerra, al frente de la tropa santiaguista, tuvo momentos de éxito y de fracaso. Fue exitosa su participación en la conquista de Alhama (1482) y en varias expediciones de socorro a la misma, por encontrarse muy adentrada en el territorio granadino. Otro éxito personal lo consiguió el mismo año, al ser nombrado capitán general o adelantado de la frontera, en la zona de los obispados de Sevilla y Cádiz, con sede en Écija. Estando en ese cargo tuvo un rotundo fracaso en una expedición de castigo y saqueo contra la Axarquía malagueña (1483), que partió de Antequera sin la suficiente preparación ni conocimiento adecuado del terreno. El maestre salvó la vida pero perdió muchos hombres en la empresa: 800 muertos y 1.500 cautivos, según Alonso de Palencia. Los cronistas de la época explican la derrota como un castigo divino hacia los participantes que iban “con intención de robar e mercadear, más que no de servir a Dios; como fue probado e confesado por muchos de ellos mesmos…”, dice Andrés Bernáldez, el Cura de los Palacios.

Al final de la guerra, Cárdenas intervino en el primer tratado de paz con el rey Boabdil y en la posterior toma de Granada. Sus servicios a la Corona en esta guerra le valieron la concesión del señorío, para sí y sus descendientes, de la villa de Puebla del Maestre (Badajoz), con el título de conde, y también del señorío de la villa de Gérgal (Almería).

Don Alonso de Cárdenas fue el último maestre de Santiago. A su muerte, en 1493, una bula de Alejandro VI confirió a los Reyes Católicos la administración de los maestrazgos de Santiago y Alcántara; otra bula del mismo papa, de 1501, confirmó la anterior y añadió la administración de la orden de Calatrava; finalmente, en 1523, la bula “Dum intra nostrae” de Adriano VI confirió a Carlos I la administración perpetua de las órdenes militares. De esa manera quedaron añadidos a la Corona, aunque con estatus especiales, los enormes territorios de las órdenes y, junto a su poder económico, la influencia política y religiosa que llevaban implícitas, como señoríos que habían sido.